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Por qué una paz en Ucrania que beneficie a Putin acabará desestabilizando al mundo entero

EEUU amenaza con dejar de mediar, a la vista de la falta de avances negociadores, pero tampoco aprieta a Rusia para que dé pasos. El Kremlin intenta quedar bien con treguas mínimas, pero no cede en lo troncal. Y si gana el pulso, no se detendrá.

Otra vez un gesto de supuesta buena voluntad. Otra vez un guiño a Estados Unidos para que no dé por acabadas las negociaciones de paz sobre Ucrania. Eso es lo que se extrae del anuncio del presidente ruso, Vladímir Putin, de su segundo alto el fuego unilateral en cuestión de días, esta vez, de 72 horas, amparándose en el 80 aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial y que entrará en vigor a la medianoche del 7 al 8 de mayo.

Esta nueva tendencia tendencia de Putin, sin embargo, no refleja un deseo sincero de poner fin a esta guerra vieja de tres años largos, que él aún sigue denominando “operación militar especial”. Al contrario, parece una descarada táctica del mandatario que juega con los armisticios a capricho y sugiere que está “envalentonado por la debilidad occidental”, que “ahora confía más que nunca en que puede seguir manipulando el proceso de paz liderado por Estados Unidos sin perturbar gravemente su invasión de Ucrania”, a juicio de Peter Dickinson, editor de UkraineAlert, en un análisisdifundido este servicio de análisis del Atlantic Council, un tanque de pensamiento con sede en Washington. 

A principios de marzo, Ucrania aceptó una propuesta estadounidense de alto el fuego incondicional. Casi dos meses después, Rusia sigue negándose a seguir ese camino. Como resultado, muchos observadores llegan a la conclusión, “obvia, a juicio del autor, de que Moscú, y no Kiev, “es el principal obstáculo para la paz”, algo que ha empezado a calar incluso en los negociadores de Washington, propensos desde el minuto uno a Putin por las simpatías del presidente Donald Trump. 

En un aparente intento por contrarrestar este “creciente consenso” y “distraer la atención” de la reticencia rusa a poner fin a la guerra, Putin ha comenzado a declarar sus propios y breves armisticios. Su primer paso fue anunciar una tregua sorpresa de 30 horas durante las festividades religiosas ortodoxas tradicionales en Rusia y Ucrania. Putin propone ahora una pausa de tres días en las hostilidades para conmemorar el Día de la Victoria, el 9 de mayo próximo.

El momento de la última tregua es “particularmente interesante”, repara Dickinson. Los críticos recuerdan que coincide con un importante desfile militar en Moscú, este año con aniversario redondo, para conmemorar la victoria soviética sobre la Alemania nazi. Se espera que Putin reciba a varios dignatarios extranjeros de alto rango en el evento, incluyendo a los líderes de China, Brasil e India. “Huelga decir que sería sumamente vergonzoso para el dictador del Kremlin que su desfile de propaganda se viera eclipsado por ataques aéreos ucranianos en Moscú o en otras partes de Rusia”, indica el analista.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, reaccionó al anuncio reafirmando su compromiso con un alto el fuego incondicional de 30 días, al tiempo que acusó a la Federación Rusa de intentar “manipular al mundo” y “engañar a EEUU” con falsas promesas de paz. “Valoramos las vidas humanas, no los desfiles”, declaró. En Bruselas también criticaron al Kremlin de manera similar. “Rusia podría detener las matanzas y los bombardeos en cualquier momento, así que no hay ninguna necesidad de esperar hasta el 8 de mayo”, comentó la portavoz de la Comisión Europea (CE), Anita Hipper. Mientras tanto, la Casa Blanca de Trump respondió enfatizando la necesidad de un ” alto el fuego permanente”. Bastante más light. 

“El descarado e interesado llamado de Putin a un alto el fuego el Día de la Victoria dice mucho sobre su enfoque oportunista hacia el tambaleante proceso de paz iniciado por Estados Unidos a principios de 2025”, denuncia el experto. Al igual que la tregua de 30 horas en los combates iniciada por Putin durante la Semana Santa, la tregua de tres días propuesta esta semana es “demasiado corta para tener un impacto significativo en las negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania”. Sin embargo, le permite al gobernante ruso presentarse como “pacificador” mientras continúa su invasión.

Las treguas que acaparan titulares de Putin también son una parte importante de sus “tácticas dilatorias”, ya que busca “prolongar las conversaciones de paz indefinidamente sin agotar la paciencia del presidente estadounidense Donald Trump ni cerrar la puerta a un posible deshielo más amplio en las relaciones bilaterales con Estados Unidos”. 

No es casualidad que los dos recientes anuncios de alto el fuego del líder totalitario se hayan producido inmediatamente después de los comentarios críticos de Trump, que indicaban que el líder estadounidense se está cansando de las excusas rusas y que daba no más de dos semanas a las partes para intentar avanzar; de lo contrario, EEUU ya no sería más mediador y cada palo debería aguantar su vela. De hecho, la noticia de la tregua del Día de la Victoria surgió apenas horas después de que Trump cuestionara la voluntad de Rusia de poner fin a la guerra y comentara que temía que Putin estuviera “haciéndole caso”. “Vladimir, STOP!”, llegó a escribir el republicano en sus redes sociales el 24 de abril, tras un nuevo ataque ruso masivo a Kiev. 

Mientras Putin realiza “dudosos gestos de paz”, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, ofrece una visión mucho más realista de los objetivos bélicos del Kremlin y su continuo compromiso con la conquista de Ucrania. En una entrevista con el periódico brasileño O Globo, publicada el mismo día que Putin anunció el alto el fuego y en el contexto de una visita al país por una reunión de los BRICS, el canciller enumeró las condiciones de Rusia antes de posibles negociaciones con Ucrania. Incluían el reconocimiento internacional del derecho de Rusia a cinco provincias ucranianas ocupadas (Crimea más Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón), la eliminación de todas las sanciones impuestas a Rusia desde 2014, garantías sobre la neutralidad ucraniana y la reducción del Ejército ucraniano a su mínima expresión.

Fundamentalmente, Moscú también insiste en la “desnazificación” de Ucrania, reconocida como el código del Kremlin para la “desucranianización” integral del país y el restablecimiento del dominio ruso en todas las esferas de la vida pública, empezando por grupos internacionales como el G7. “De implementarse, estas severas condiciones rusas no conducirían a una paz sostenible. En cambio, servirían como un acto de capitulación, sentando las bases para la destrucción definitiva de Ucrania como Estado y como nación”, denuncia Dickinson.

volodimir-zelenski-y-donald-trump-conversando-en-san-pedro-del-vaticano-el-dia-del-entierro-del-papa-francisco-el-26-de-abril-de-2025 Por qué una paz en Ucrania que beneficie a Putin acabará desestabilizando al mundo entero
Volodimir Zelenski y Donald Trump, conversando en San Pedro del Vaticano, el día del entierro del papa Francisco, el 26 de abril de 2025.SERVICIO DE PRENSA DE LA PRESIDENCIA DE UCRANIA, VIA REUTERS

Maximalistas, triunfadores…

Todo esto dista mucho de las frecuentes afirmaciones de la Administración Trump de que ambas partes deben estar “dispuestas a ceder” si desean lograr un acuerdo viable. Si bien Ucrania ha respaldado repetidamente los llamamientos a un alto el fuego incondicional y ha aceptado la necesidad de concesiones territoriales temporales, Rusia “sigue persiguiendo objetivos maximalistas que ningún Gobierno ucraniano podría aceptar”. Y son las que van imponiéndose, además. 

Durante los primeros cien días de su presidencia, Trump ha buscado impulsar el proceso de paz presionando a Ucrania, a la vez que ofrece a Rusia una amplia gama de incentivos para colaborar. Eso no es equilibrio. “Ahora debería quedar meridianamente claro que este enfoque desigual ha fracasado. Lejos de persuadir a Putin a ofrecer concesiones, las políticas de apaciguamiento de Trump han convencido al Kremlin de intensificar aún más sus exigencias”, denuncia el autor.

Se ha llegado al punto en que Putin “cree que puede pausar personalmente la guerra para organizar un desfile militar en la Plaza Roja antes de reanudar la invasión tres días después”, una “absurda situación” que “convierte en una burla total los esfuerzos de paz de Trump y amenaza con dejarlo en ridículo”.

¿Qué debe hacer Trump si realmente quiere llevar a Rusia a la mesa de negociaciones? Debe demostrar su disposición a imponer “costos devastadores” al Kremlin. Más presión, más apretarle las tuercas, menos poner a Putin como recuperado interlocutor internacional, menos poner a funcionarios a estudiar cómo ir levantando sanciones. 

“La actual estrategia estadounidense hacia Rusia se puede describir como pura zanahoria y ningún palo”, dice gráficamente el experto. Y esto “es inútil contra un régimen que solo entiende el lenguaje de la fuerza y considera cualquier intento de compromiso como una señal de debilidad”. Además, EEUU “subestima gravemente los altos riesgos que sustentan la invasión rusa”, porque Putin considera la guerra en Ucrania como una misión histórica para revertir el colapso imperial de 1991 y devolver a Rusia al lugar que le corresponde como superpotencia mundial. No abandonará esta misión a menos que la alternativa sea la derrota. Y Ucrania puede no ser el único objetivo de su hambre. 

… y amenazantes más allá de Ucrania

Este drástico cambio en la política exterior estadounidense, que había estado siempre junto a Zelenski en los tiempos de Joe Biden, está generando considerable alarma en Kiev y otras capitales europeas porque, directamente, crece la preocupación de que, si Ucrania se ve obligada a aceptar un acuerdo de paz favorable a Putin, es improbable que el país sobreviva mucho más tiempo como estado independiente. Eso representaría una victoria histórica para la Rusia de Putin, con profundas repercusiones geopolíticas que se sentirían mucho más allá de las fronteras del país invadido.

Elena Davlikanova, del Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA) y Lesia Ogryzko,  directora del Centro de Seguridad Sahaidachny, ahondan en este peligro en otro análisisen el que afirman que, en la propia Rusia, “un acuerdo de paz exitoso justificaría la invasión de Ucrania en su totalidad y consolidaría aún más la transición del país hacia un modelo de gobierno totalmente totalitario”. La militarización actual de la sociedad rusa “se intensificaría, con la propaganda imperial dominando el espacio informativo nacional y el gasto en defensa alcanzando niveles sin precedentes”. Y aspectos impopulares de la guerra actual, como las cuantiosas pérdidas en el campo de batalla y la escasez derivada de las sanciones, “pronto quedarían en el olvido, mientras los rusos, triunfantes, abrazaban una nueva era de expansionismo imperial”.

Un Putin más fuerte e impune dentro también traería al planeta la constatación de que ha fracasado el orden internacional existente, tal y como lo conocemos desde la Segunda Guerra Mundial. La invasión y anexión de una nación en el corazón de Europa quedaría casi sin castigo, y eso “conmocionaría al mundo y marcaría el inicio de una nueva y peligrosa era, definida por el principio de la fuerza” y no por la diplomacia o la multipolaridad. “Esto pronto conduciría a fuertes aumentos en los presupuestos de defensa, a medida que las naciones se apresuraban a rearmarse para evitar sufrir la misma suerte que Ucrania”, auguran las autoras.

Ahora, cualquier amenaza nuclear de Rusia hace temblar a Occidente, pero no ha quedado más que en eso, en palabras. Pero si las cosas cambian y se ve victorioso en Ucrania, ese “chantaje” atómico pasaría a ser “particularmente trascendental”. “La disposición del Kremlin a participar en amenazas nucleares convencería a muchos países de que, para estar verdaderamente seguros, deben adquirir sus propias armas nucleares”. Como quiera que no hay margen para ese crecimiento rápido, Ogryzko y Davlikanova dicen que “la actual arquitectura de no proliferación nuclear colapsaría y sería reemplazada por una carrera armamentista nuclear que aumentaría significativamente el potencial de una futura guerra nuclear”.

Blindada, refrendada por EEUU y quien sabe si hasta por Europa en el caso de que se llegue a firmar un armisticio, ¿quién puede parar a Moscú? La tesis de las expertas es que, igual que en febrero de 2022 fue a por Ucrania, luego puede intentar lo propio con Moldavia, Georgia, Armenia y los países de Asia Central, o incluso podría internarse más en el centro del continente europeo, bien con opciones militares, bien con amigos y satélites. “Ante un Occidente desmoralizado y debilitado, Putin seguramente se vería tentado a intensificar su campaña de agresión contra naciones en primera línea como Finlandia o los países bálticos para exponer la ineficacia de las garantías de seguridad colectiva de la OTAN y desacreditar la alianza”, auguran.

Rusia ha tenido relativamente congelado el flanco internacional en estos años de guerra en Ucrania, que demandaba gran parte de su atención, pero si se cierra con bien para sus intereses, puede volver a poner la mirada en zonas como el Ártico, Oriente Medio, Latinoamérica y África, sea con un interés político, defensivo o económico. Con el fin de las sanciones y con Rusia cada vez más vista como un ganador geopolítico, los aliados potenciales “acudirían en masa a Moscú”. En esta nueva realidad, “la actual alianza autoritaria de Putin con China, Irán y Corea del Norte serviría de base para un grupo antioccidental mucho más amplio”.

En su artículo, las analistas avisan, por tanto, de que cualquier acuerdo que deje a Ucrania “dividida, aislada y desarmada no traerá la paz”. Al contrario, marcaría el inicio de una nueva etapa en la “agonía “del país, marcada por la “lenta pérdida de territorio, población y soberanía”. Una Ucrania abandonada sería “absorbida gradualmente por el nuevo Imperio Ruso de Putin”, como lo llaman, y eso “pondría al segundo ejército más grande de Europa bajo control ruso, a la vez que proporcionaría al Kremlin una enorme riqueza industrial y agrícola adicional para impulsar la agenda expansionista de Putin”.

Europa, a la par, “perdería su escudo ucraniano en un momento en que el continente ya se enfrenta a la realidad de una drástica reducción del compromiso estadounidense con la seguridad transatlántica”, para lo que está haciendo intentos -aún no logros- de ser más autónoma. “Si bien los líderes europeos abordan urgentemente la necesidad de rearmarse, pocos confiarían actualmente en su capacidad para resistir una decidida ofensiva rusa. Sin el ejército ucraniano, curtido en la batalla y con un millón de efectivos, para protegerlos, los países europeos representarían un objetivo extremadamente tentador al que Putin podría no poder resistir”, dicen incluso.

Queda claro que, tras tres años largos de guerra, nadie desea más la paz que los propios ucranianos, pero no a cualquier precio. Debe ser justa y respetuosa con su soberanía, dice Kiev. Una mala paz traerá más guerra, para ellos y para el resto de Europa. “Entregarle la victoria a Rusia en Ucrania puede crear temporalmente la ilusión de paz, pero en realidad solo sentaría las bases para una nueva y peligrosa era de inseguridad internacional, marcada por la militarización, el autoritarismo, la proliferación nuclear y las guerras de agresión”, concluyen las autoras.

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