Se lo llevó y para que no se insolara, le compró un sombrerito, una camisa y una bermudita.
“Él se merece todo, una vida llena de viajes y placeres” le contestó a su novia, quien le reclamó por haberle comprado un sombrero a su gallo y a ella no.
Al final, el dueño del gallo tuvo un día feliz con su mejor amigo en la playa.