Hola a todos,
Hoy he despertado temprano y a través de la ventana contemplo los rayos de sol anunciando la llegada de este nuevo día. Recordando que hace 37 años los rayos del sol no pudieron filtrarse lo suficiente para atravesar esa gruesa capa de nubarrones traídos por una tempestad desde el polo Norte hasta la Sonda de Campeche, allí donde me encontraba abordo del barco Huichol-II con sesenta y seis compañeros.
Reviso mis pensamientos, comienzo una oración y antes de terminar, llegan las mismas ideas abrumadoras sobre los asuntos pendientes que debo llevar a cabo para vivir este día de acuerdo a lo que dicta mi conciencia. Me pregunto si estás ideas son las correctas para las decisiones que debo tomar hoy.
Cuando despertamos aquella mañana del 14 de diciembre de 1985, si las decisiones que tomamos los que nos encontramos abordo hubiera sido distinto, ¿habría cambiado el curso del destino para que hoy las cosas fueran diferentes?
Me he preguntado esto una y otra vez, terminando siempre atrapado en esos laberintos de mi propia locura por intentar jugar el papel de Dios.
Hoy puedo entender que todo lo que ocurre es necesario para cumplir con lo que nos corresponde vivir en este momento de nuestra existencia. Que lo que sucede contiene los ingredientes perfectos para dar vida al ser tal como somos hoy. ¿Quien soy yo para cuestionar esto?
Les comparto lo anterior para considerar que lo ocurrido en el naufragio que afectó tantas vidas, hoy queda solo como testimonio para mejorar nuestra calidad de vida, para aprender a amar y perdonar. Tener fe que aquellos que se nos adelantaron en el viaje, se encuentran en paz cumpliendo su propósito en otra dimensión.
Resta solo mandarles un abrazo fraternal a todos y que el Creador nos ilumine para seguir viviendo de acuerdo a sus estatutos.
Que Dios nos guarde hasta ese entonces.
Bendiciones.
Texto por Emilio Cruz